viernes, 21 de septiembre de 2012

22 de setiembre. DÍA DEL MAESTRO

 El 22 de setiembre es el Día del Maestro en Uruguay, una fecha que en su momento tuvo una gran significación, pero con el correr del tiempo ha perdido penetración en la sociedad. Es bueno, entonces, retomarla para proyectarla al futuro.
El magisterio nacional, con José Pedro Varela, quien muere en 1879 cuando solo tenía 34 años, se transformó en el motor de una nueva sociedad más democrática, que permitió construir una escuela pública, laica, gratuita y obligatoria.
No solo impulsó la masificación de la enseñanza inicial, sino que abrió las puertas del pensamiento a todas las corrientes. Es que el país en la época de Varela, reclamaba una población más capacitada y liberada de prejuicios para entrar en el mundo del capitalismo, que en aquella época era todo un avance para un país que no tenía estabilidad institucional, como tampoco poseía fuerzas productivas importantes para poder desarrollarlas. “La ilustración del pueblo, es la verdadera locomotora del progreso”, lanzó Varela ante el asombro de la mayoría de los uruguayos.
Durante muchas décadas la escuela pública fue avanzando y así pasó a ser una conquista histórica de los uruguayos y de su estilo democrático.
Ese avance, por cierto, no fue sencillo y estuvo lleno de contradicciones y de feroces enemigos, que no solo operaron bajo regímenes dictatoriales, sino también en tiempos de democracia. Avanzó la escuela pública hasta las puertas de la década del 60 y en todo ese proceso fue creciendo la imagen y el prestigio de maestras y maestros. Tanto en los barrios de Montevideo, como en los poblados más pequeños del interior del país, el maestro pasó a ser un referente de toda la sociedad, particularmente de las nuevas generaciones.
Los sectores más regresivos de nuestra sociedad salieron, en medio de luchas políticas muy duras, a atacar al magisterio (década del 60) y a la vez hicieron una fuerte apuesta a la enseñanza privada.
Luego vino la noche trágica de la dictadura (1973-1985) donde la dictadura cívico-militar quiso sustituir escuelas por cuarteles o centros de adoctrinamiento. Fueron los maestros, a través de la Federación Uruguaya del Magisterio, que resistieron muchas veces con el pellejo y otras tantas con el solo acto de seguir apegados al conocimiento y al pensamiento libre. La defensa de la escuela pública costó muertos, torturados, presos, exiliados y centenares de maestros despedidos.
Recuperada la democracia el pensamiento vareliano volvió a las aulas, con los maestros restituidos y nuevas autoridades. El daño ya era muy profundo, pero a pesar de eso se pudo seguir avanzando quizás a tranco lento y con un cuerpo docente que no recibió las remuneraciones adecuadas.
Situación que se superó con creces con la gestión de los gobiernos progresistas, quienes destinaron a la enseñanza pública más recursos presupuestales, lo que hacía prever que la esuela de Varela podía recuperar su ánimo. Pero no fue así.
Es que la crisis económica y social de 2002 dejó heridas profundas en el entretejido de la sociedad: aumentó la indigencia y la pobreza, creció la violencia y la familia tradicional crujió por los cuatro costados.
Ni las autoridades nacionales, ni los educadores, ni las familias uruguayas supieron encontrar un camino al futuro. En este marco el maestro, a pesar de tener un alto prestigio en la sociedad, comenzó a perder peso en la formación de la niñez.
Hoy el desafío es volver a recuperar al maestro para que lidere con fuerza el acto educativo, sabiendo que como en la época de Varela, pero con signos modernos, hay que volver a hacer que el pensamiento, la disciplina y el amor educativo se vuelvan a abrazar.


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